Carta abierta: respuesta a las Asociaciones de Usuarios de Homeopatía

Señores miembros de las Asociaciones (permítannos el empleo de acrónimos): Acuahom, Similia-País Vasco, Similia Nafarroa, ACPAUH, Similia Andalucía, APUHA, AMUH y Similia Galicia.

Es cierto que estamos viviendo tiempos confusos para la homeopatía —permítanme escribirlo en minúscula, que es como corresponde—. De todo lo que ustedes dicen en su carta, adecuadamente transmitida por Beatriz Talegón, nos parece que eso es lo único en lo que estaremos de acuerdo.

Hemos de decir de antemano, que en su carta hay una enorme cantidad de incorrecciones, inexactitudes, y un buen número de mentiras, y tenemos intención de desmontarlas todas una a una. Es una especie de «galope de Gish«, que requerirá de uno o varios párrafos para cada error exhibido, por lo que esta carta respuesta será sustancialmente más larga que la suya. Como sugerencia les decimos que, para evitar esto en situaciones futuras, prueben antes a comprobar que las afirmaciones que realizan son ciertas, y que no caen en sesgos cognitivos ni en argumentos falaces. De este modo, las respuestas que ustedes puedan recibir serán mucho más escuetas y directas al grano.

No comprendemos en absoluto, señores, qué relevancia puede tener el testimonio subjetivo y sesgado de usuarios que depositan su fe en remedios de eficacia no probada para el «Plan para la Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias» que los Ministerios de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y de Ciencia, Innovación y Universidades presentaron el pasado noviembre. Siendo que el plan busca la protección de la salud —derecho que específicamente recoge el artículo 43 de la Constitución Española—, y siendo que las denominadas pseudoterapias entran dentro de las prácticas contrarias al código deontológico de la medicina —artículo 26, puntos 1 y 2—, de la farmacia —artículo 12— o de la veterinaria —artículo 23, punto 1—, por citar tres ejemplos de personal sanitario, esas opiniones sostenidas en la fe y no en las pruebas son irrelevantes. Apelan ustedes repetitivamente a esa necesidad de escuchar la voz de los usuarios, pero en el mundo real y en el contexto que nos ocupa, esa voz carece de relevancia.

Es en todo momento el conocimiento científico, obtenido de forma sistemática y revisada, el que tiene voz en indicar si un remedio es o no eficaz, y no los usuarios que tienen fe en dicha eficacia. Pues es bien sabido que los sesgos cognitivos y el efecto placebo pueden distorsionar la percepción ya subjetiva de un paciente y hacerle a éste creer que le está funcionando algo que en realidad no funciona.

Consideramos que no hay falta alguna de consenso para ninguno de los lectores en aceptar que el agua que surge del manantial de Lourdes no tiene propiedades curativas por encima del agua que embotella Font Vella*, de la que puedan beber de un manantial de Picos de Europa, o de la que sale del grifo de sus cocinas. Sin embargo, millones de personas peregrinan a Lourdes cada año con la creencia de que el agua que de allí brota es capaz de obrar milagros.

Sería ilógico y carente de todo sentido que la decisión sobre si el agua de Lourdes tiene o no propiedades curativas dependiera de los creyentes que anualmente acuden al manantial buscando el milagro. Por el contrario, lo sensato y lógico sería tomar muestras de ese agua (con un control de salubridad), coordinar un ensayo con enfermos voluntarios, administrar en condiciones de doble ciego el agua de Lourdes a la mitad de los pacientes y un agua mineral normal, de otro origen, pero con mismo sabor, a la otra mitad, y luego comprobar, ciencia mediante, si los pacientes que consumieron el agua supuestamente milagrosa tuvieron una remisión significativamente superior a los que consumieron el agua placebo.

Ustedes saben, tan bien como nosotros, que si ese experimento se realizase, el resultado sería evidente: no habrá diferencias significativas para la salud entre beber agua de Lourdes y beber agua de Solán de Cabras*. Y esa es la realidad. Preguntar a los usuarios del agua de Lourdes solo serviría para dos cosas:

    1. Incrementar el nivel de confusión sobre la población, al dar de forma falaz el mismo nivel argumental al conocimiento científico y a una serie de opiniones sostenidas en la fe y víctimas de sus propios sesgos cognitivos.
  1. Dar a quienes sostienen esos argumentos falaces una legitimidad que no les pertenece, alimentando con ello sus propios sesgos de confirmación y reafirmándoles en su error.

Válganos el ejemplo del agua de Lourdes como símil para el caso que nos ocupa. Es la ciencia, el conocimiento científico, obtenido de forma sistemática y minimizando en lo posible los sesgos cognitivos, quien demuestra si algo es eficaz o no y las opiniones de los usuarios de ese algo no tienen valor alguno para discernir su eficacia. Y no importa que hablemos de reiki, de acupuntura, de flores de Bach o, como es el caso, de homeopatía. Para poder conocer si la homeopatía es realmente eficaz no hay que preguntar a quienes consumen homeopatía, sino que hay que analizar las pruebas que tiene esta técnica, a favor y en contra, y evaluar cuidadosa y minuciosamente dichas pruebas con el fin de obtener una conclusión sólida, veraz y alejada de cualquier sesgo cognitivo.

Una vez explicado esto, nos gustaría sacar a colación algunas de las cosas que se afirman en su «carta», y que o bien carecen de valor argumental, o bien directamente son datos falsos o falseados.

Dicen ustedes:

Entre las conclusiones del citado Análisis del año 2011 figuraba que “… los actuales niveles de evidencia podrían ser valorados como suficientes para justificar su utilización en determinadas situaciones clínicas” y también: “En general, un aspecto positivo de muchas de estas terapias naturales es el alto grado de satisfacción manifestado por los usuarios de las mismas, independientemente de los resultados encontrados en estudios objetivos, así como el bajo nivel de riesgo que suele representar su forma de uso habitual en la mayoría de las terapias.”

Es profundamente deshonesto por su parte, y denota una falta de ética absoluta, que se ciñan ustedes a las conclusiones generales, sin apelar a las particulares de cada caso. Suponemos que eso, junto con citar el Análisis que el Ministerio hizo en 2011 sin enlazarlo, facilitará que los lectores crean lo que ustedes han escrito.

Sin embargo, de ese mismo Análisis, se obtienen otras conclusiones que ustedes, en un ejercicio de ‘cherry picking’, han decidido obviar. Sobre la homeopatía, que ustedes defienden, dice: «es una técnica que ha empezado a ser evaluada con criterios de medicina basada en la evidencia en los últimos años, por lo que se puede afirmar que su evaluación científica está en sus inicios. En general, las revisiones realizadas concluyen que la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta». Otros puntos interesantes a citar, ya hablando en la generalidad de lo que en el Análisis ingenuamente denominan terapias «naturales», es que «en términos generales, pocas terapias naturales han demostrado su eficacia en situaciones clínicas concretas mediante la aplicación de métodos científicos». Ustedes prefieren centrarse en el aspecto del «grado de satisfacción» del usuario. Pero de nuevo, sucede lo mismo: eso carece de valor. Los usuarios del agua de Lourdes también presentan un alto grado de satisfacción, y eso no demuestra que sea eficaz en absoluto.

Sobre la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia de la FECYT, ustedes dicen:

(…) ocho millones de personas (el 19,6 % de la población) han utilizado tratamientos como la homeopatía o la acupuntura, el 25 % confía en los efectos beneficiosos de la primera y más del 20% considera que ambas tienen carácter científico. La Encuesta establece, además, que el 52,7 % de la población considera que los productos homeopáticos son efectivos y que el 59,8 % cree en la utilidad terapéutica de la acupuntura.

En realidad, la encuesta no analiza en ningún momento la cantidad de personas que «han utilizado» esos tratamientos; ahí están ustedes mintiendo. Sí analiza la confianza en ellos, y su opinión acerca de si tienen o no carácter científico; sin embargo, eso tampoco demuestra nada en absoluto. En esa misma encuesta se muestra que un 46.7% de los encuestados cree que los antibióticos curan infecciones por virus —algo que, por supuesto es incorrecto; los antibióticos lo que hacen es matar bacterias, y por tanto, las infecciones para las que son eficaces son las bacterianas— y que un 21.7% cree que los continentes no se mueven ni se han movido nunca. Por mucha gente que crea que algo es cierto, no se convierte en verdadero. Lo que la encuesta muestra no es una validación de la homeopatía como técnica, sino un alto nivel de incultura científica.

Otra de las afirmaciones que ustedes realizan es que:

«Según el Barómetro del C.I.S. de febrero de 2018, el 9,8 % de los españoles había acudido en los últimos doce meses a un/a profesional de la homeopatía.»

Eso también es falso. Tal y como se explica aquí, la pregunta de la Encuesta del CIS que da como resultado un 9.8% está subordinada a otra serie de preguntas previas que ustedes han omitido. En concreto, la pregunta 18 nos pedía si hemos «oído hablar» de la homeopatía, «aunque sólo sea porque le suena el nombre». La pregunta 19 sólo se responde por quienes habían contestado «sí» a la anterior, y nos pregunta: «¿Sabe en qué consiste, más o menos, la homeopatía?». La pregunta 20 sólo la contestan quienes han contestado «sí» a las dos anteriores. Y nos pregunta si hemos «acudido a un/a profesional que le haya administrado» homeopatía en los últimos 12 meses. Un 9.8% contestó que sí. Si echamos cuentas, el 9.8% —pregunta 20— del 76.4% —pregunta 19— del 66.5% —pregunta 18— es igual a un 4.98%. Que es como la mitad del valor que ustedes indican en su carta. De cualquier modo, insisto, no importa cuánta gente haya caído en un engaño, eso no lo valida en modo alguno..

Otro punto de su carta que querría comentar es en el que dicen:

«La Organización Mundial de la Salud ha recomendado la incorporación de las terapias no convencionales a la formación, la investigación y la atención sanitaria en todos los países del mundo»

Es muy apropiado que, excepcionalmente, enlacen la Estrategia de la OMS, ya que en ella, en su introducción, donde se establecen los objetivos (página 16), se puede leer sin problema que uno de ellos (el 4º) es que «aboga por el uso racional de la MTC mediante el fomento de su utilización basada en pruebas científicas». Sin obviar el punto 4.1.2 de los objetivos, orientaciones y medidas estratégicas propuestas (pág. 46) donde dice literalmente que «La MTC se debe basar en pruebas científicas para que se la pueda considerar una parte integral de la atención sanitaria». En virtud de que ustedes están apelando a un plan ministerial que propone exactamente basar todo acto médico en las pruebas científicas y retirar todo aquello que no las tenga, resulta irónico que utilicen ustedes para discutirlo una fuente que recomienda, precisamente, hacer lo que los Ministerios están haciendo. A este tipo de argumento de autocontradicción el divulgador Álvaro Bayón lo bautizó hace tiempo como falacia ad iecit froilani.

Otro de los puntos que exponen ustedes tiene que ver con su reconocimiento por parte del Parlamento Europeo. Independientemente de que eso sea cierto o falso, lo que sí sabemos es que el acuerdo por parte de un grupo de personas (parlamentarios) que no necesariamente tienen conocimientos científicos, no valida una técnica; mucho menos lo hace cuando esa opinión es contraria al consenso científico. Sucede algo similar con lo de «múltiples estudios», que ya se ha demostrado que la mayor parte de ellos, sobre todo en relación a la homeopatía, adolecen de los fallos metodológicos que todos conocemos, y que quedan patentes en los sucesivos metaanálisis que desde hace más de dos décadas se llevan realizando a este respecto.

Sobre el tema de la legalidad bien parece que estén ustedes un poco atrasados. Siendo que ni un solo producto homeopático se encuentra a día de hoy registrado por la AEMPS, ninguno de ellos es, a priori, legal, pues la legislación exige esa regulación. Según la Resolución que hubo el pasado 29 de octubre, y de forma excepcional, se permite la comercialización de las 2008 cepas de remedios homeopáticos —de las cuales, solo 12 declaraban indicación terapéutica— que fueron admitidas a trámite. Sin embargo, a fecha de escritura, ni una de ellas ha sido aún autorizado, con lo que se encuentran en ese «limbo» de «se permite su venta aunque no esté autorizado». A medida que se vayan resolviendo las distintas fases del calendario de dicha resolución, se irán rechazando algunos y autorizando algunos otros —con las indicaciones terapéuticas que tengan demostradas, si las tuvieran, que ya digo yo que ahí no habrá ni uno, o bien, con la advertencia correspondiente de que no tienen ninguna—. Es algo que también se explicó aquí.

Siguiendo con su carta, encuentro que hacen ustedes una serie de preguntas que, consideramos, podemos contestar.

¿Por qué los Ministerios de Sanidad y de Ciencia siguen empeñados en considerar como no científicas terapias que, en casi todo el mundo, sí son consideradas como tales?

Porque los citados Ministerios, siguiendo las recomendaciones de la OMS —como ya hemos visto—, asumiendo su responsabilidad recogida en la Constitución, y aceptando lo establecido en los códigos deontológicos de los profesionales sanitarios, ha decidido considerar la realidad tal y como se demuestra mediante la ciencia, en lugar de dejarse llevar por opiniones carentes de validez científica. Incluso aunque esas opiniones carentes de validez científica estén generalizadas e institucionalizadas en otros países.

«¿Por qué la ciudadanía del estado español (sic.) ha de tener menos derechos que la de otros países avanzados y, en especial, de los que se encuentran en el entorno europeo?»

Eso no sucede. Al contrario, la ciudadanía del Estado español está adquiriendo un derecho que hasta ahora no tenía de facto, y sin embargo, aparecía recogida en la Constitución, que es el derecho a la protección de la salud. Algo que demuestra que, en cuestiones de sanidad, España está más avanzado que muchos otros países. Este dato no sorprende a nadie, dado que en ese ámbito estamos desde hace décadas a la cabeza, junto con otros tres o cuatro países a nivel global.

¿Por qué se intenta limitar las libertades de prescripción y de elección? ¿No somos mayores de edad para decidir qué tipo de terapia, legal en muchos países, queremos utilizar para curarnos?

No existe algo como una libertad de prescripción. Los códigos deontológicos profesionales son claros en ello. Ser mayor de edad no libra a nadie de ser engañado. Sin embargo, y sobre la libertad de elección, no se intenta en absoluto limitar, sino que de hecho se potencia. Tal y como se explica en este otro hilo de Twitter.

¿Hasta cuándo el Gobierno va a seguir actuando como si viviéramos en un país no democrático en el que se marginan de las decisiones gubernamentales a los usuarios y usuarias, y a los verdaderos expertos en el tema, es decir, a profesionales con formación específica?

La realidad científica no depende de las opiniones de los votantes. No importa que mucha gente crea que se puede viajar en alfombra voladora, no importa que se consulte a los usuarios y usuarias de alfombras voladoras y a los expertos en el tema, es decir, a los pilotos de alfombra. La realidad es que las alfombras voladoras no existen, y por mucha gente que vote en contra de esa realidad, las alfombras seguirán sin volar.

Explicado todo esto, sus tres peticiones carecen completamente de sentido, en tanto en cuanto:

    1. La libertad de elección solo está garantizada cuando la población tiene una información veraz sobre las opciones a elegir, y en tanto en cuanto la homeopatía carece de eficacia probada, cualquier persona que crea en su eficacia no está actuando con libertad, sino bajo la coacción de un dogma.
    1. El programa #coNprueba no difama, sino que cumple con su función informativa a la vez que analítica del nivel de prueba científica existente para cada supuesto tratamiento o técnica que pretende ser sanitario.
  1. El programa #coNprueba ya busca esa regulación que ustedes piden  —lo que contradice su punto 2—; sin embargo, lo hace en base a las pruebas científicas y no en base a opiniones sesgadas y sostenidas en dogmas de fe, que carecen de validez cuando lo que está en juego es algo tan importante como la salud.

Consideramos que las asociaciones de «usuarios» que firman esa carta deben hacer un poco de autocrítica, analizar su postura de forma racional, evadiendo los sesgos cognitivos propios de la subjetividad, y atendiendo exclusivamente a las pruebas científicas. Olvídense del «a mí me funciona» y comiencen a preguntarse «¿de verdad esto funciona?«. Porque algunas de las cosas que, como asociaciones, ustedes defienden, ni siquiera tienen viabilidad desde un punto de vista físico, químico ni biológico. Dicho de otro modo, no es solo que no funcionen, es que es física, química y biológicamente imposible que funcionen.

Realmente nos gustaría que ustedes leyeran esta carta y que contestaran a ella, pero algo nos dice que, para evitar salir de su caja de eco, no lo van a hacer.

Un cordial saludo,

*Ni Solán de Cabras, ni Font Vella, tienen relación comercial con los autores, habiéndose utilizado sus nombres solo como ejemplos a citar.

Álvaro Bayón, biólogo, divulgador científico, investigador del CSIC, y miembro de APETP, ARP/SAPC, Círculo Escéptico y Borregos Illuminati.
David Aguado, doctor en Biología y divulgador científico, miembro de Borregos Illuminati.
Emilo Molina, vicepresidente de APETP y miembro de ARP/SAPC, Círculo Escéptico, RedUNE y Borregos Illuminati.
Santiago Vallejo, profesor de Secundaria y miembro de Borregos Illuminati y de la Asociación ACEV.
María Jesús del Río, ingeniera industrial y miembro de Borregos Illuminati.
Gemma del Caño, farmacéutica, divulgadora científica y miembro de Borregos Illuminati.
Fernando Díez Olivares, farmacéutico, profesor de Biología y Geología en secundaria.
Matilde Matarredona Martínez, estudiante de psicología.
Alejandro Gutiérrez González, Químico, doctorando en Química Biológica en la Universidade de Santiago de Compostela.
Dra. María José Herraiz Escobar  Col. 08/19816.
Víctor Guisado Muñoz Fisico, profesor de Física y Matemáticas y miembro de ARP/SAPC.
Francisco J. Sánchez, Físico, especialista en Radiofísica Hospitalaria, proyecto de divulgador y miembro de ARP/SAPC.

Si algún lector o grupo desea firmar esta carta, puede hacerlo enviando nombre, apellidos y afiliación (si procede) a borregosilluminati@gmail.com

«Todos los dinosaurios son aves» —@ACERTIXO

A pesar de todo, con la paciencia que algunos piensan que me caracteriza, ante semejante despropósito, en vez de atacar a la yugular me decidí a pedir al autor de estas joyas, evidencias —obviamente presentes en artículos científicos mínimamente serios—. Intenté en mi petición ser muy concreto, demandando pruebas de que dinosaurios como Olorotitan, Argentinosaurus o Styracosaurus eran aves. Algo obvio si tomamos por cierta la afirmación «todos los dinosaurios son aves», y algo incómodamente ridículo si lo analizamos de forma mínimamente crítica.

Él percibía el absurdo de llamar ave a un Brachylophosaurus. A veces matizaba como si quisiera decir «no me refiero a todos», pero como veis, incapaz de admitir sus propios errores, defendió su postura a capa y espada.

Como buen candidato a los premios Brandolini.

Sus enlaces mandaban a varias revistas de divulgación y de noticias.

Ni un solo artículo científico.

Miento. Publicó uno. Éste. Que si bien sí que es un artículo científico, no demuestra la proposición inicial.

Archaeopteryx

Archaeopteryx lithographica, ejemplar de Berlin

De lo que habla este artículo —por si no queréis leer— es de Archaeopteryx, que sí, es un dinosaurio, y también es un ave. Pero eso es algo que ya sabemos todos. Y no demuestra ni de lejos que Mutaburrasaurus Kentrosaurus también lo fueran.

¿Dónde está el lío? Si el lector es ligeramente más inteligente que nuestro querido debatiente, ya se habrá dado cuenta. ¿Sí?

Exacto.

No es lo mismo «Todos los dinosaurios son aves» que «todas las aves son dinosaurios». Son frases muy parecidas, pero no significan lo mismo.

Ni mucho menos.

Y después de la exposición del candidato al certamen Brandolini, la divulgación científica:

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